Son tan estrechas las calles que van del Strand al Embankment que no es conveniente que las parejas paseen por ellas cogidas del brazo. Haciéndolo, exponen a los empleadillos de tres al cuarto a meterse en los charcos, en su afan por adelantarles, o a recibir ellos un empujón u oir alguna frase, no siempre muy gramatical, de boca de las oficinistas en su apresurado camino. En las calles de Londres, la belleza pasa desapercibida, pero la excentricidad paga un elevado tributo. Es preferible que ... Lire la suite
Virginia Woolf est née en 1882. Mariée à l'économiste Leonard Woolf, elle a fondé avec lui la maison d'édition Hogarth Press. Ses romans et ses articles ont fait d'elle l'une des figures les plus importantes de la littérature de l'entre-deux-guerres. Sujette à des crises nerveuses fréquentes et craignant de perdre la raison, elle mit fin à ses jours en 1941. Elle était membre du Bloomsbury Group, un groupe d'artistes auquel appartenaient E.M. Forster et J.M. Keynes.
Caractéristiques
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Date Parution
24/04/2023
EAN
9791041936250
Nb. de Pages
262
Editeur
Culturea
Caractéristiques
Poids
413 g
Présentation
Grand format
Dimensions
22,0 cm x 17,0 cm x 1,4 cm
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Livre numérique
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Détail
Son tan estrechas las calles que van del Strand al Embankment que no es conveniente que las parejas paseen por ellas cogidas del brazo. Haciéndolo, exponen a los empleadillos de tres al cuarto a meterse en los charcos, en su afan por adelantarles, o a recibir ellos un empujón u oir alguna frase, no siempre muy gramatical, de boca de las oficinistas en su apresurado camino. En las calles de Londres, la belleza pasa desapercibida, pero la excentricidad paga un elevado tributo. Es preferible que la estatura, porte y fisico sean normales, con tendencia a lo vulgar; y en cuanto a la indumentaria, conviene que no llame la atención bajo ningún concepto. Una tarde otonal, a la hora en que el trafico empezaba a intensificarse, un hombre, que llamaba la atención por su elevada estatura, paseaba con una mujer prendida a su brazo. A su alrededor, y asaltandoles con airadas miradas, rebullian, como hormigas en su marcha incesante, una multitud de seres que parecian diminutos en comparación con la esbelta pareja. Esos seres insignificantes, cargados con papeles, carpetas de documentos y preocupaciones, correteaban pendientes de la obsesión de que su salario semanal dependia única y exclusivamente de su eficacia. Eso explica que miraran con poca benevolencia la excepcional estatura del senor Ambrose y la capa de su esposa, que se interponian en su febril actividad.
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